David Pérez Vega (Reseña... El traductor) ¿Mejor Novela Argentina del Siglo XX?✅
David Pérez Vega. España. Foto Archivo |
Reseña El traductor (Salvador Benesdra)
por: David Pérez Vega
Titulo: El traductor. (Salvador Benesdra).
Editorial Eterna Cadencia. 670
páginas. Primera edición de 1996, ésta de 2012.
Prólogo de Elvio E. Gandolfo.
En alguna conversación sobre
literatura argentina con mi amigo el escritor mexicano Federico Guzmán apareció por primera vez el para mí desconocido
hasta entonces nombre de Salvador
Benesdra (Buenos Aires, 1952-1996). La literatura argentina cuenta con
grandes cuentistas, pero, me interrogaba Federico, ¿cuál es la mejor novela
argentina? Yo opinaba que alguna de Juan
José Saer, seguramente, Glosa o La grande, por ejemplo; y él apuntaba
que su favorita era El traductor de Salvador Benestra. Lo que a mí me parecía raro;
¿puede ser la mejor novela argentina una que nunca se comercializó en España?,
me decía. Nos llegan muchos autores de Argentina, y precisamente no va a llegar
el que ha escrito su mejor novela…, dudaba. Ahora que por fin he podido
acercarme a El traductor no estoy
seguro de poder afirmar que esta sea la mejor novela argentina, pero desde luego
es una de las mejores obras que se han escrito en aquel país (o al menos de lo
que yo conozco, que obviamente no conozco todo) y una de las mejores novelas,
posiblemente, que se han escrito en lengua española en las tres últimas
décadas.
Salvador Benestra sólo escribió esta novela y un libro de autoayuda; ninguno de los dos los vio publicados en vida. El 2 de enero de 1996 decidió suicidarse: se tiró a la calle desde su apartamento, un décimo piso. Como cuenta en el prólogo, el escritor y crítico Elvio E. Gandolfo se encontró con esta novela cuando en 1995 hacia de jurado del premio Planeta Argentina. Tras leer las primeras páginas, Gandolfo ya sabía que tenía entre manos una obra especial: “Esto es genial de verdad. No lo van a premiar ni en broma”, escribe.
Salvador Benesdra en la Redacción de Pagina 12. Belgrano. Argentina. Foto Archivo EP |
La novela quedó entre los finalistas
del Planeta Argentina porque lectores como Gandolfo o Osvaldo Aguirre la recomendaron y la hicieron pasar a la
deliberación final; pero (lógicamente) no se premió ni en broma. Era demasiado
literaria para un premio con mucha dotación económica. No es El traductor una novela de lectura fácil
ni, debido a su temática torturada y en ocasiones ensayística, puede gustarle a
un público mayoritario. Es decir, si se premiaba una novela como esta no se iba
a recuperar la inversión ni en broma.
Se publicó en 1995 gracias al dinero
de una beca, que solicitó para este libro Gandolfo, y gracias a las
aportaciones de los familiares de Benesdra. Durante las dos semanas largas que
he tardado en leer este libro me he cambiado unos cuantos correos electrónicos
con Gandolfo, al que conozco gracias al blog. En uno de ellos le preguntaba si
sabía cuántos ejemplares se había publicado originalmente en Ediciones de La Flor de este libro
cuando salió. Gandolfo no estaba seguro, pero muy amable se lo preguntó a los
editores originales. Parece ser que hubo una primera edición de 1.500
ejemplares y una reedición de 1.000. En 2012 la editorial Eterna Cadencia ha editado 1.800, y algunos de ellos los ha
distribuido en España.
Cuando vi El traductor en las librerías de Madrid no dudé en comprarlo.
El
traductor es
una novela en gran parte autobiográfica. Su protagonista Ricardo Zevi trabaja,
igual que hizo Benesdra, de traductor para una editorial llamada Turba, que
principalmente se dedica al ensayo sobre temas sindicales y de izquierda en
general. Turba es la principal editorial progresista de Argentina. Estamos en
1991 y Zevi es un hombre de 36 años que siente como su mundo de referencias se
desmorona tras la caída del Muro de Berlín y el desmantelamiento de la Unión
Soviética: “La izquierda toda, desde los talmudistas del trotskismo hasta los
más tibios socialdemócratas, veía o mejor dicho trataba de no ver cómo
desaparecían piedra a piedra bajo sus pies los últimos vestigios que quedaban
de lo que alguna vez había sido su
mundo, su civilización, su cultura o su cimiento vergonzante y clandestino. La
última catedral de la religión atea del socialismo parecía llevarse en su
derrumbe hasta el último testimonio de que la izquierda había sido alguna vez
una realidad, defectuosa como el mundo, malvada como un gulag, vigente como una
piedra.” (pág. 218-219).
Muro de Berlín. Foto Archivo EP |
En todo caso Zevi no es un ortodoxo de
la izquierda soviética, con la que se muestra crítico, sino un idealista
social.
La novela avanza con dos tramas, más o
menos paralelas o entrecruzadas.
Una pertenece al ámbito más privado de
la vida de Zevi, y nos habla de la relación con Romina, una joven provinciana a
la que conoce en un café según comienza la novela, cuando ella se acerca a Zevi
para entregarle un folleto de la iglesia adventista a la que pertenece. La
segunda trama corresponde a un ámbito más social para Zevi, el de su trabajo en
la editorial progresista Turba. A pesar de los principios que lleva promulgando
en los libros que publica durante los últimos años, en Turba comienza a haber
cambios: los dueños de la editorial, los Gaitanes, parece que quieren
modernizar la empresa con cambios tecnológicos que van a propiciar que más de
un trabajador se quede en la calle. Zevi, uno de los pocos traductores de la
Argentina que no trabaja de externo, empezará a ver amenazado su puesto.
Foto Archivo EP |
Zevi está además en el trabajo
traducido en un ensayo de un alemán llamado Brockner (que es un autor inventado),
que contiene ideas racistas y clasistas sobre lo ideales que resultan las
sociedades jerárquicas. Benestra escribe más de una de las páginas de ese
ensayo de Brockner para que el lector pueda acercarse a ellas y para que Zevi
pueda o bien refutarlas o bien sucumbir ante sus ideas.
Además de pivotar sobre las dos tramas
comentadas, la de la relación de Zevi con Romina y la relación de Zevi con la
empresa Turba, El traductor también
plantea bruscos cambios de ritmo: por un lado podemos leer capítulos donde el
lector se adentra en la turbulenta mente de Zevi, un trasunto de la
personalidad obsesiva de Benesdra, y la trama se desarrolla de una forma
agobiante y tortuosa, “como en el mundo de Roberto Arlt” (pág. 74), comparación
que se repite más de una vez en la novela. Pero quizás la influencia más
poderosa del personaje atormentado de Zevi sería la de la propia fuente de los
personajes de Arlt: Fiódor Dostoyevski.
En algunos otros momentos el ritmo se desacelera y entonces Zevi reflexiona
(con gran profusión de citas de filósofos) sobre el mundo que le ha tocado
vivir y la deriva política de la izquierda y de Argentina.
Foto Archivo EP |
El estilo es denso, barroco. Se nota
que Benestra es un escritor acostumbrado a leer a filósofos y de ellos toma el
gusto por una redacción profusa en frases largas y subordinadas que van negando
o matizando a la frase principal.
Un aspecto que no debo olvidar al
hablar de este libro es su sentido del humor; un humor cruel, a veces,
políticamente incorrecto, un humor doloroso que ha hecho que más de una vez se
me escapara una carcajada, como dice en el prólogo que le ocurría a Gandolfo.
En más de una ocasión esta novela
escrita en 1995 me ha parecido visionaria: El
traductor es una obra de profunda actualidad; la vida española de 2013, con
su crisis, su desmantelamiento del estado del bienestar, sus bajadas de sueldo
y sus abusos laborales no se puede adecuar de forma más perfecta a la visión
desencantada del mundo de Benestra en 1995.
En algún momento, cuando la novela se
centraba en la relación de Zevi con Romina he pensado también que a Benesdra la
novela se le iba de las manos, entrando en un territorio que sin abandonar el
realismo casi se volvía expresionista en sus caminos de perversión, pero en
realidad el viaje a los infiernos de Romina y Zevi sigue teniendo mucho del
mundo de Dostoyevski. En todo caso, aunque en algún momento parece peligrar la
verosimilitud narrativa (lo que queda justificado más adelante por el estado
mental del protagonista) yo como lector no podía dejar de leer. Necesitaba en
todo momento saber qué le iba a ocurrir al torturado judío sefaradí Zevi con la
adventista Romina y con la falsamente empresa progresista Turba, en un mundo de
dominadores y dominados donde la idea de un mundo más igualitario parece estar
desapareciendo de la faz de la Tierra. Entre las página 429 y 430, Zevi señala:
“Acababa de descubrir un beneficio absolutamente inesperado de mi conducta
criminal: haber incurrido de veras en el mal le permitía a uno actuar como un
hijo de puta también con quienes se lo merecen de verdad y sólo entienden ese
trato.” Al leer este párrafo se me escapó una carcajada. No voy a explicar
porqué Zevi ha incurrido de veras en el mal para no destripar la novela.
Foto Archivo EP |
Se lo comentaba a Gandolfo en un
correo: a veces es desalentador darse cuenta de que obras tan poderosas como
ésta pasen casi desapercibidas. El
traductor tiene todos los elementos para ser una obra de culto: su prosa es
poderosísima, se adelantó a su tiempo, su sentido del humor es desgarrador, sus
dos personajes principales son inolvidables, su análisis de la vida individual
y social tiene capacidad para revolver e incomodar la conciencia de cualquier
lector, y además Benesdra sólo escribió, si descontamos su libro de autoayuda
(que obviamente no le sirvió para nada), esta novela (con la que le sobra para
entrar de lleno en la historia de la literatura escrita en español) y se
suicidó sin verla publicada. No se puede ser más mítico. Gandolfo escribe en su
prólogo: “Una de las mejores novelas argentinas que se hayan escrito desde
1810.”
Si Salvador Benestra fuese un autor
norteamericano estaría traducido a todos los idiomas y El traductor sería una obra de culto. Al ser argentino este libro
se pudo publicar mediante la financiación de los familiares y lo habremos leído
en el mundo no creo que más de 3.000 personas.
Foto Archivo EP |
Según mi amigo Federico Guzmán yo voy
a ser el único receptor en España de esta obra que nos acerca hasta aquí la
editorial argentina Eterna Cadencia. Sinceramente espero que Federico se
equivoque y que El traductor
encuentre a los lectores exigentes que sin duda esta obra se merece.
Por favor, si algún lector descubre esta obra gracias a esta entrada del blog y decide acercarse al libro que me lo cuente. Sería algo muy alentador para mí conseguir al menos un lector para esta magnífica novela.
David Pérez Vega
David Pérez Vega. España. Foto Archivo |
David Pérez Vega (Madrid, 1974) trabaja,
desde 2002, como profesor de Economía en bachillerato. Antes fue auditor de
cuentas en una empresa multinacional norteamericana.
Desde 2009, mantiene el blog de reseñas
literarias y entrevistas a escritores Desde
la ciudad sin cines.
Desde 2020, mantiene en Youtube el canal
literario David Pérez Vega – Bienvenido,
Bob.
Ha publicado cinco novelas: Esto no es Bambi (2021) Caminaré entre las ratas (2020), Los insignes (2015), El hombre ajeno (2014) y Acantilados de Howth (2010); dos
poemarios: El bar de Lee (2013) y Siempre nos quedará Casablanca (2011); y
un libro de relatos: Koundara (2016).
Sus reseñas literarias han aparecido en
diversas revistas literarias (en su versión web y en papel), como la Revista Eñe, Quimera, Librújula o Culturamas.
Salvador Benesdra. En algún lugar de Argentina. Foto Archivo EP |
Foto Archivo EP |
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