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martes, 1 de noviembre de 2022

David Pérez Vega (Reseña... El traductor) ¿Mejor Novela Argentina del Siglo XX? ✅

David Pérez Vega (Reseña... El traductor) ¿Mejor Novela Argentina del Siglo XX?


David Pérez Vega. España. Foto Archivo



Reseña El traductor (Salvador Benesdra)



por: David Pérez Vega  

 

Titulo: El traductor. (Salvador Benesdra). 

Editorial Eterna Cadencia. 670 páginas. Primera edición de 1996, ésta de 2012.

Prólogo de Elvio E. Gandolfo.

 

 

 

En alguna conversación sobre literatura argentina con mi amigo el escritor mexicano Federico Guzmán apareció por primera vez el para mí desconocido hasta entonces nombre de Salvador Benesdra (Buenos Aires, 1952-1996). La literatura argentina cuenta con grandes cuentistas, pero, me interrogaba Federico, ¿cuál es la mejor novela argentina? Yo opinaba que alguna de Juan José Saer, seguramente, Glosa o La grande, por ejemplo; y él apuntaba que su favorita era El traductor de Salvador Benestra. Lo que a mí me parecía raro; ¿puede ser la mejor novela argentina una que nunca se comercializó en España?, me decía. Nos llegan muchos autores de Argentina, y precisamente no va a llegar el que ha escrito su mejor novela…, dudaba. Ahora que por fin he podido acercarme a El traductor no estoy seguro de poder afirmar que esta sea la mejor novela argentina, pero desde luego es una de las mejores obras que se han escrito en aquel país (o al menos de lo que yo conozco, que obviamente no conozco todo) y una de las mejores novelas, posiblemente, que se han escrito en lengua española en las tres últimas décadas.

 

Salvador Benestra sólo escribió esta novela y un libro de autoayuda; ninguno de los dos los vio publicados en vida. El 2 de enero de 1996 decidió suicidarse: se tiró a la calle desde su apartamento, un décimo piso. Como cuenta en el prólogo, el escritor y crítico Elvio E. Gandolfo se encontró con esta novela cuando en 1995 hacia de jurado del premio Planeta Argentina. Tras leer las primeras páginas, Gandolfo ya sabía que tenía entre manos una obra especial: “Esto es genial de verdad. No lo van a premiar ni en broma”, escribe.


Salvador Benesdra en la Redacción de Pagina 12. Belgrano. Argentina. Foto Archivo EP

La novela quedó entre los finalistas del Planeta Argentina porque lectores como Gandolfo o Osvaldo Aguirre la recomendaron y la hicieron pasar a la deliberación final; pero (lógicamente) no se premió ni en broma. Era demasiado literaria para un premio con mucha dotación económica. No es El traductor una novela de lectura fácil ni, debido a su temática torturada y en ocasiones ensayística, puede gustarle a un público mayoritario. Es decir, si se premiaba una novela como esta no se iba a recuperar la inversión ni en broma.

 

Se publicó en 1995 gracias al dinero de una beca, que solicitó para este libro Gandolfo, y gracias a las aportaciones de los familiares de Benesdra. Durante las dos semanas largas que he tardado en leer este libro me he cambiado unos cuantos correos electrónicos con Gandolfo, al que conozco gracias al blog. En uno de ellos le preguntaba si sabía cuántos ejemplares se había publicado originalmente en Ediciones de La Flor de este libro cuando salió. Gandolfo no estaba seguro, pero muy amable se lo preguntó a los editores originales. Parece ser que hubo una primera edición de 1.500 ejemplares y una reedición de 1.000. En 2012 la editorial Eterna Cadencia ha editado 1.800, y algunos de ellos los ha distribuido en España.

 

Cuando vi El traductor en las librerías de Madrid no dudé en comprarlo.

 

El traductor es una novela en gran parte autobiográfica. Su protagonista Ricardo Zevi trabaja, igual que hizo Benesdra, de traductor para una editorial llamada Turba, que principalmente se dedica al ensayo sobre temas sindicales y de izquierda en general. Turba es la principal editorial progresista de Argentina. Estamos en 1991 y Zevi es un hombre de 36 años que siente como su mundo de referencias se desmorona tras la caída del Muro de Berlín y el desmantelamiento de la Unión Soviética: “La izquierda toda, desde los talmudistas del trotskismo hasta los más tibios socialdemócratas, veía o mejor dicho trataba de no ver cómo desaparecían piedra a piedra bajo sus pies los últimos vestigios que quedaban de lo que alguna vez  había sido su mundo, su civilización, su cultura o su cimiento vergonzante y clandestino. La última catedral de la religión atea del socialismo parecía llevarse en su derrumbe hasta el último testimonio de que la izquierda había sido alguna vez una realidad, defectuosa como el mundo, malvada como un gulag, vigente como una piedra.” (pág. 218-219).

 

Muro de Berlín. Foto Archivo EP


En todo caso Zevi no es un ortodoxo de la izquierda soviética, con la que se muestra crítico, sino un idealista social.

 

La novela avanza con dos tramas, más o menos paralelas o entrecruzadas.


Una pertenece al ámbito más privado de la vida de Zevi, y nos habla de la relación con Romina, una joven provinciana a la que conoce en un café según comienza la novela, cuando ella se acerca a Zevi para entregarle un folleto de la iglesia adventista a la que pertenece. La segunda trama corresponde a un ámbito más social para Zevi, el de su trabajo en la editorial progresista Turba. A pesar de los principios que lleva promulgando en los libros que publica durante los últimos años, en Turba comienza a haber cambios: los dueños de la editorial, los Gaitanes, parece que quieren modernizar la empresa con cambios tecnológicos que van a propiciar que más de un trabajador se quede en la calle. Zevi, uno de los pocos traductores de la Argentina que no trabaja de externo, empezará a ver amenazado su puesto.

 

Foto Archivo EP

Zevi está además en el trabajo traducido en un ensayo de un alemán llamado Brockner (que es un autor inventado), que contiene ideas racistas y clasistas sobre lo ideales que resultan las sociedades jerárquicas. Benestra escribe más de una de las páginas de ese ensayo de Brockner para que el lector pueda acercarse a ellas y para que Zevi pueda o bien refutarlas o bien sucumbir ante sus ideas.

 

Además de pivotar sobre las dos tramas comentadas, la de la relación de Zevi con Romina y la relación de Zevi con la empresa Turba, El traductor también plantea bruscos cambios de ritmo: por un lado podemos leer capítulos donde el lector se adentra en la turbulenta mente de Zevi, un trasunto de la personalidad obsesiva de Benesdra, y la trama se desarrolla de una forma agobiante y tortuosa, “como en el mundo de Roberto Arlt” (pág. 74), comparación que se repite más de una vez en la novela. Pero quizás la influencia más poderosa del personaje atormentado de Zevi sería la de la propia fuente de los personajes de Arlt: Fiódor Dostoyevski. En algunos otros momentos el ritmo se desacelera y entonces Zevi reflexiona (con gran profusión de citas de filósofos) sobre el mundo que le ha tocado vivir y la deriva política de la izquierda y de Argentina.

 

Foto Archivo EP


El estilo es denso, barroco. Se nota que Benestra es un escritor acostumbrado a leer a filósofos y de ellos toma el gusto por una redacción profusa en frases largas y subordinadas que van negando o matizando a la frase principal.


Un aspecto que no debo olvidar al hablar de este libro es su sentido del humor; un humor cruel, a veces, políticamente incorrecto, un humor doloroso que ha hecho que más de una vez se me escapara una carcajada, como dice en el prólogo que le ocurría a Gandolfo.

 

En más de una ocasión esta novela escrita en 1995 me ha parecido visionaria: El traductor es una obra de profunda actualidad; la vida española de 2013, con su crisis, su desmantelamiento del estado del bienestar, sus bajadas de sueldo y sus abusos laborales no se puede adecuar de forma más perfecta a la visión desencantada del mundo de Benestra en 1995.

 

En algún momento, cuando la novela se centraba en la relación de Zevi con Romina he pensado también que a Benesdra la novela se le iba de las manos, entrando en un territorio que sin abandonar el realismo casi se volvía expresionista en sus caminos de perversión, pero en realidad el viaje a los infiernos de Romina y Zevi sigue teniendo mucho del mundo de Dostoyevski. En todo caso, aunque en algún momento parece peligrar la verosimilitud narrativa (lo que queda justificado más adelante por el estado mental del protagonista) yo como lector no podía dejar de leer. Necesitaba en todo momento saber qué le iba a ocurrir al torturado judío sefaradí Zevi con la adventista Romina y con la falsamente empresa progresista Turba, en un mundo de dominadores y dominados donde la idea de un mundo más igualitario parece estar desapareciendo de la faz de la Tierra. Entre las página 429 y 430, Zevi señala: “Acababa de descubrir un beneficio absolutamente inesperado de mi conducta criminal: haber incurrido de veras en el mal le permitía a uno actuar como un hijo de puta también con quienes se lo merecen de verdad y sólo entienden ese trato.” Al leer este párrafo se me escapó una carcajada. No voy a explicar porqué Zevi ha incurrido de veras en el mal para no destripar la novela.

 

Foto Archivo EP


Se lo comentaba a Gandolfo en un correo: a veces es desalentador darse cuenta de que obras tan poderosas como ésta pasen casi desapercibidas. El traductor tiene todos los elementos para ser una obra de culto: su prosa es poderosísima, se adelantó a su tiempo, su sentido del humor es desgarrador, sus dos personajes principales son inolvidables, su análisis de la vida individual y social tiene capacidad para revolver e incomodar la conciencia de cualquier lector, y además Benesdra sólo escribió, si descontamos su libro de autoayuda (que obviamente no le sirvió para nada), esta novela (con la que le sobra para entrar de lleno en la historia de la literatura escrita en español) y se suicidó sin verla publicada. No se puede ser más mítico. Gandolfo escribe en su prólogo: “Una de las mejores novelas argentinas que se hayan escrito desde 1810.”

 

Si Salvador Benestra fuese un autor norteamericano estaría traducido a todos los idiomas y El traductor sería una obra de culto. Al ser argentino este libro se pudo publicar mediante la financiación de los familiares y lo habremos leído en el mundo no creo que más de 3.000 personas.

 

Foto Archivo EP


Según mi amigo Federico Guzmán yo voy a ser el único receptor en España de esta obra que nos acerca hasta aquí la editorial argentina Eterna Cadencia. Sinceramente espero que Federico se equivoque y que El traductor encuentre a los lectores exigentes que sin duda esta obra se merece.

 

Por favor, si algún lector descubre esta obra gracias a esta entrada del blog y decide acercarse al libro que me lo cuente. Sería algo muy alentador para mí conseguir al menos un lector para esta magnífica novela.




David Pérez Vega

David Pérez Vega. España. Foto Archivo


David Pérez Vega (Madrid, 1974) trabaja, desde 2002, como profesor de Economía en bachillerato. Antes fue auditor de cuentas en una empresa multinacional norteamericana.

 

Desde 2009, mantiene el blog de reseñas literarias y entrevistas a escritores Desde la ciudad sin cines.

 

Desde 2020, mantiene en Youtube el canal literario David Pérez Vega – Bienvenido, Bob.

 

Ha publicado cinco novelas: Esto no es Bambi (2021) Caminaré entre las ratas (2020), Los insignes (2015), El hombre ajeno (2014) y Acantilados de Howth (2010); dos poemarios: El bar de Lee (2013) y Siempre nos quedará Casablanca (2011); y un libro de relatos: Koundara (2016).

 

Sus reseñas literarias han aparecido en diversas revistas literarias (en su versión web y en papel), como la Revista Eñe, Quimera, Librújula o Culturamas.



Salvador Benesdra. En algún lugar de Argentina. Foto Archivo EP    

Foto Archivo EP

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