Una de las cosas más sabias que cada persona debe aprender es que todas las palabras, dichas personalmente, tienen fecha de caducidad.
No importa si fueron pronunciadas,
escritas, incluso sólo pensadas, todas se corromperán, apestarán, se llenarán
de gusanos, se tragarán así mismas consumiéndose en fuegos fatuos, serán un
espectáculo del horror hasta desvanecerse. Por eso Jaime Sabines
dice que hay que reunirlas y prenderles fuego. No se desaconsejan, sin embargo,
los rituales funerarios. Es sano, cuando se tiene la ocasión, despedirse
amablemente de ellas, acariciarlas mientras aún están tibias, besarles
ardorosamente antes de su descomposición, y apenas se sientan un poco
gelatinosas echarlas sin piedad al fuego.
Bodegon Moderno. Gabriel Sanz |
Pero para esto, para los funerales de
las palabras, existen al menos tres grandes inconvenientes:
1. Si todas las palabras dichas
personalmente tienen fecha de caducidad, -todas, las hermosas, las horrendas,
las comunes-, ¿quién puede determinar cuáles de ellas merecen o no un funeral?
A veces un "¿cómo estuvo tu día?",
un simplón "Cofi taim", un
odioso "fíjate imbécil", o
un asqueroso "cállate", son
abrazadas hasta que se quedan los gusanos apestando en el cuerpo para siempre.
2. Si todas las palabras dichas
personalmente tienen fecha de caducidad, -todas, las hermosas, las horrendas,
las comunes-, ¿quién puede determinar su tiempo exacto de caducidad? Muchas de
las palabras más hermosas y más horribles que ha dicho esta quién escribe,
murieron justo después de pronunciarlas, incluso aún mientras sonaban las
últimas letras, como quién nace muerto, como los que se abortan; pero en los
oídos, en el alma de quién las escucha, terriblemente, nacen vivas, fragantes,
fuertes, y como engendro de ángel o demonio, se vuelven inmortales. Quien las
dijo ¿cómo puede desligarse de la vida vampírica de las palabras que engendró?
¿No es esto irresponsable? "Tú dices
que ya no son verdad, ¿y yo qué hago con todas esas certezas, ansiedades,
alegrías o miserias, que al decirlas creaste?" Quien las escuchó ¿cómo
puede reclamar la falta de vida a quién se le acaban de morir esas palabras?
¿no es esto insensible? "Juro que yo
no las maté, simplemente se murieron."
Foto Archivo EP |
3. Si todas las palabras dichas
personalmente tienen fecha de caducidad, -todas, las hermosas, las horrendas,
las comunes-, ¿cuál es el momento preciso para hacer el funeral? Hay quién se
aferró a una palabra muerta por toda su vida y sólo le propició más vida. Hay
quién dio por muerta una palabra agonizante y al quemarla calcinó su esperanza.
Hay quienes fundaron su vida sobre palabras robadas, secuestradas, compradas,
las esclavizaron como a los hebreos que construyeron las esfinges, y al final
de su tiránica existencia se quedaron tan mudos como dichas esfinges. Hay
quienes nos pasamos los días resucitando palabras, conservándolas en alcohol,
dándoles respiración de boca a boca, y no nos alcanza el tiempo para vivir. Al
incinerarlas ¿nos alcanzará para morir?
Foto Archivo EP |
Una de las cosas más sabias que toda persona debe aprender es que todos los cuerpos que ha amado tienen fecha de caducidad.
Algunos caducarán inmediatamente después de verlos, otros ni siquiera con la muerte de su poseedor, y los más caducan cada segundo mientras les circula el aire. Pero este será motivo de otro estudio, de otro escrito, de otro dolor.
Débora Hadaza
Licenciada en composición
musical por la UMSNH. Publica en su blog SOL DE HIELO sobre distintos temas y
formatos. Ha sido columnista en revistas digitales como Contenedor de Arte,
Periódico el Despertar, Tercera Vía, Revueltas Times, Awttar Electronic
Cultural Magasine de Argelia, y Tribuna Digital online. Publicó en 2018 su
libro de cuentos “Histerias de la Memoria” y en 2020 el poemario “Yo soy voz y Trucos
para no enloquecer”, ambos con las editoriales independientes Editorial Endora
y Cartopirata Ediciones. Participó en la antología de cuentos Escritores Seriales.
Antología 0.1” de Kala Editorial en el 2010, en una de poesía con la editorial
colombiana Mango Biche en 2017, y en un libro de ensayos psicoanalíticos "Tejidos,
Texturas y Tesituras. Arte y Psicoanálisis" de la Editorial Samsara en el 2019.
Desde el 2021 es colaboradora y editora de la revista/blog POPSI. Es parte de
la Antología “Azúcar y Sal”, Primera Celebración Poética Femenil 2022 de la Sociedad
de Escritoras Chihuahuenses “Ricardo Fernández Aguilar”. En el 2022 obtuvo el segundo
lugar en el Segundo Concurso de Cuento “Mujeres que se vuelven tinta” del Centro
Cultural Elena Garro, con su cuento “Fiebre o río”.
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